CIELO versus CELERIDAD
40 años, criado por sus abuelos por incapacidad de la madre, biografía opaca o versionada, adinerado por causa desconocida, sin empleo estable hasta ahora, converso que no practica... |
Vance entra en el círculo de la contrarrevolución trumpista de Sillicon Valley. Y se da el caso de que Thiel, su principal representante, niega que la radical novedad histórica de Jesucristo sea compatible con la Tradición; niega la afirmación de Jesús de "no haber venido a abolir la Ley".
Antes de Francisco, los papas modernos fueron diana de mordaces críticas de los medios; él, sin embargo, se ganó su aplauso desde el primer día. Por él, se mantiene hoy la presencia (seudo)católica en muchos ambientes; a éstos les dan la palabra como representantes de la Iglesia, pero solo en cuanto que contienen un germen que puede desvirtuar sus principios doctrinales. Y la cohorte Trump ha desembarcado en Roma con este mismo fin. Su falta de sintonía con la Tradición es síntoma evidente de que no son católicos sino mercaderes, y que abanderan una movilización masiva, dizque evangélica, en pro de convertir el mundo en un mercado. Empujan a la Iglesia a abrazar una transformación radical de la sociedad (Agenda 2030) usando como ariete a una legión de pensadores que argumentan teológicamente la bondad evangélica del cambio. Hay, sin embargo, una contraargumentación factual en los testimonios de persecución de quienes viven sencillamente la fe de sus mayores.
La IA, el espíritu de este movimiento, segrega a los partidarios de la Cruz de Cristo, relegándolos a la marginalidad y sometiéndolos. Si uno la utiliza para ahondar en la verdad de algo, se topa sí o sí con barreras disuasorias, con la parcialidad. Y este sesgo es la evidencia de una inteligencia cuyo fin no es iluminar sino dominar. Su dueño (colegiado o no es lo de menos), la usa para sembrar confusión y dividir. Por eso, cuando se dice que las redes han hecho visible a la Iglesia, se está diciendo que ésta se encuentra cautiva en esas redes, muy distintas de las que Jesús llenó de peces para ganarse a Pedro. Asimismo, la polaridad de que revisten a la Iglesia actual, que el ciudadano medio entiende como enfrentamiento de unos cristianos contra otros, es inventada, ya que el núcleo de la fe de la Iglesia, su Credo, permanece inalterable, y se sitúan al margen todos aquellos que no lo confiesen.
La superstición sirve a la injusticia, y hoy está más activa que nunca. Para no escandalizar la revisten de ciencia (aceleracionismo) y le cambian el nombre (hiperstición), pero sigue siendo un modo de esclavizar a la masa. Y los más cercanos a Trump, empoderados por los magnates, se alistan bajo esa bandera, y cómodos en su autoengaño se someten al dictado de la IA, al servicio de un orden global despótico adornado con oropeles de progreso. "La nueva derecha americana, los católicos tradicionalistas en contra del aborto, los imperialistas xenófobos para los que el Papa Francisco fue una piedra en el zapato, y que no dejarán que salga de la Capilla Sixtina otro como él"; éstos, los nuevos católicos, se entienden bien con los que están en Sillicon Valley forrados de millones y piensan que su proyecto tecnológico puede converger con la Biblia...
Todo esta confusión se resume en intentar conciliar a Dios con el dinero, o sea, la vieja herejía rebrotando del tronco herido de la Iglesia.
Unos cuantos de estos hombres de hoy, buceando en su interior, ofrecen como solución al mundo un viaje a lo desconocido; y hasta ahí no hay nada que objetar. Pero cuando sus ideas son usadas para imponer por la fuerza un cambio que nos aboca a una dictadura, no podemos quedar parados. Versionar las matanzas y atropellos que en este siglo nos mantienen en vilo como accidentes de la Historia es una perversión. En eso no hay razón discursiva que valga sino imposición unilateral de un modo de entender la realidad.
Por la intimidación que esa violencia ejerce, van renunciado a hacer valer su opinión quienes se dedican a la política, al periodismo, a la ciencia, a impartir justicia, e, incluso, quienes tienen el deber de custodiar la verdad misma revelada. Desde la 'razón pura' se llega fácilmente a justificar la violencia, en aras del bien del mundo. Pero la cuestión no es violencia sí o no, sino hacer la voluntad del Padre. Con razón dice el Señor "el nacido del Espíritu es como el viento, que no se sabe de dónde viene ni adonde va". La dialéctica fe y razón es cosa de los hombres, y haremos bien en practicarla, pero la Historia la lleva Dios, y haremos bien en estar atentos a su voz. Abrahán no dudó en levantar el cuchillo contra su hijo... pero fue por fe, y así desencadenó la eternidad dichosa en la Tierra.
El razonamiento discursivo tiene un límite, que no sabemos dónde está. Sin embargo, el llanto de un niño abusado no debe ser ignorado, es necesario que suscite un diálogo apasionado, y el decir que no conduce a nada es abdicar de la vida. La corriente de pensamiento que se presenta como aval para la intrusión bárbara en las comunidades nacionales, pisoteando su pasado y su presente para 'regalarles un futuro mejor', no es más que violencia ciega, fruto del egoísmo más elemental. Sumergirse en ella es suicida, porque no tiene fondo, nace del abismo de confusión que se abrió en el mundo por el pecado, y arrastra a cualquiera que no esté clavado a una cruz por amor.
Los resortes que permiten reclutar y coordinar las acciones individuales para producir un fenómeno como el covid son oscuros (mysterium iniquitatis), pero por el fruto se conoce al que lo engendró. Esto se aplica también al reciente susto ibérico que nos ha dado conversación de café para otra temporada. Y el rastro de muerte que dejan estos 'contratiempos que nos persiguen' en lo que va de siglo es innegable.
La sociedad estadounidense es la punta de lanza de un mundo enfermo (a la mortalidad habitual del grupo de hombres blancos no hispanos entre 30 y 50 años, se añadieron entre 1999 y 2013 medio millón por adicciones, suicidios y mala salud en general). Todos nosotros, los adultos de hoy, estamos muy heridos. Pero la solución no es la huida hacia adelante; no es la ruptura con todo lo anterior lo que nos va a salvar; y mucho menos 'la violencia necesaria' para que esa ruptura tenga lugar.
Los gobiernos actuales no cuentan con los ciudadanos porque quienes les dirigen están convencidos de que no podemos casi nada contra ellos. Si esto es así, cabe hacerse tres preguntas: 1) ¿En qué han basado su poder para dominarnos? En haber roto nuestra comunión (comunidad, comunicación); en haber roto nuestra moral (religión, ánimo); en habernos hecho dependientes de sus propiedades y derechos (medios de producción, soporte comunicativo); y en haber habilitado un método 'aséptico' de barrido de discrepancias (la eliminación de la prueba material testimonial, que en lo digital es 99'^9 %). 2) ¿Cómo lo han hecho? Entrando en la intimidad de las personas y corrompiéndolas (soborno, coacción, chantaje); adueñándose de los medios de comunicación y sistemas jurídicos; y castigando a los oponentes. Y 3) ¿Qué opciones tenemos? Nuestro marco estratégico debe ser unirnos en torno a la bandera del bien, que es llevada por Jesucristo, lo que nos garantiza la victoria final; a un nivel táctico, lo primero es restablecer la comunicación, empezando por las células familiares; y en este paso fundamental es preciso rezarle a María en todo momento, pues ella y San José, ambos desde el silencio amoroso, dieron voz a la Palabra que salva; posteriormente, será la historia de los primeros cristianos la que nos vaya guiando.
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