BIENAVENTURADOS

Era yo buena persona hasta que me alcanzó la desgracia. Era maestro con plaza fija; y, al morir mi padre en Houston, caí enfermo; pero gracias a Dios, con ayudas de muchos, y con mucha paciencia de mi parte, logré rehacer mi vida. Entonces llegó el momento de casarme, en Toledo, y durante seis años fui feliz. Se paró ahí la racha porque mi mujer tuvo una crisis de ánimo, al morir de repente su padre, y, como suele suceder, la tomó conmigo. El curso 2010-2011 fue muy duro, pero lo pudimos superar. En el 11-12 había obtenido yo, por cuarto año consecutivo, plaza de Profesor Asociado en la UCLM, por renuncia de la ciudadrealeña Dª Teresita del Niño Jesús, pero por la traición del jefe administrativo del campus, D. Juan José Pérez del Pino, me pusieron de patitas en la calle. 
En aquel momento, con mi relación conyugal suspendida por la quiebra de confianza, un Accidente Laboral me causó una lesión irreversible del nervio cubital, que me dejó impedido para coger la tiza; y estuve desde septiembre de 2013 hasta junio de 2015 de baja. Fue en este período donde se sucedieron las desgracias por las que dejé de ser buena persona.
Una cadena de atropellos me envolvió hasta casi asfixiarme: desde el ámbito administrativo y clínico, al alimón; torticeramente, contando con la fragilidad de mi hogar, me asaetearon con afrentas, y a duras penas pude hacerles frente, quedando muy maltrecha mi imagen pública. En todo momento obré con recta intención, pero cuanto más me defendía, más arreciaban las ofensas que recibía.
Llegué a tocar el mallazo que da cuerpo a la estructura social: la ubicua Administración (impenetrable y temible); las cambiantes y falsas leyes; los cuerpos de seguridad (públicos, pero privados); los jueces, letrados, notarios, peritos -forenses, de obras, de mutuas-; de éstas, Adeslas y Malface ; los defensores (del ciudadano, del docente, del paciente, del consumidor...); banqueros y bancarios, prestamistas y cobradores del frac; Consejos y consejeros vencidos por la edad (Social, Escolar...); Magistratura de Trabajo, INSS, Inspección, Alta Inspección e Intocable Inspección (educativa, de trabajo, tributaria...); Agentes de lo público y semipúblico (Patentes, Depósito Legal, censores de la Biblioteca Nacional, CNI, Industria Farmacéutica, Tecnológicas, etc.), que causan pavor...; pero como esa salvación te viene por la cruz, al mismo tiempo que gozo experimentarás dolor, y mucho. Eso de Romanos 8 de que "...En todo esto vencemos fácilmente..." es una traducción que desvirtúa el original, en el que sólo se dice que vencemos. Por Cristo vencemos, sí, pero con gran lucha. "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz, y venga luego en pos de mí".
De 2013 a hoy, yacen en los archivos judiciales cincuenta procesos con mi nombre. Un violento huracán arremetió contra mi hogar aquel año 2013 -el de la fundación de Fíate; y aunque no logró derribarlo, por tener buenos cimientos, los enseres, las seguridades, los padres y la hija salimos volando por los aires, con gran perjuicio. Sólo por el que da órdenes al viento y lo calma pudimos sobrevivir; aunque la tempestad continúa.
La primera mitad del 2015 "la pasé en la UVI por muerte jurídica". Estaba de baja, pero me pagaban como si estuviera trabajando. Pedía informes de Vida Laboral y los echaban al cesto; y de casa me desaparecían los justificantes. Cuando fui personalmente a buscarlos, el Jefe de Personal, D. Fernando Martín, ordenó que me echaran a patadas, ¡y todos los partes médicos de aquellos seis meses me fueron robados, quedando sólo en su sitio los de los 18 primeros meses de la baja!
Lograba salir de un lío y ya tenía otro preparado. 'Un pajarito me sugirió' llegando junio de 2015 que me incorporara (con la mano inútil), y, obedeciendo, bajé a la arena a que me devoraran las fieras. Pero Dios no me abandonó; y a los pocos días vi, consternado, como un niño de seis años se masturbaba en clase creyéndose amparado por el pupitre... Otro caso de abuso.
Ya había ido a la comisaría una vez por abusos en el colegio de mi hija; y, según me confesó al poco tiempo el propio director, en torno a aquella fecha había recibido él la visita de un agente para decirle, poco más o menos, que "un loco" había ido al puesto policial con difamaciones sobre el centro.
Arrostrando la difamación, volví a dar parte a mis autoridades de lo sucedido; e inmediatamente, la recién nombrada Directora Provincial, por orden del Sr. Page, me concedió un ascenso 'por méritos en el servicio', y empecé el curso 2015-2016 de vuelta en la Laboral; y seguiría allí dos cursos más. Al cabo de ese trienio, como no conseguían tumbarme, un cargo a dedo 
Tras el terremoto institucional que escondieron bajo el nombre popular de 'la crisis', sobrevino el fenómeno de la confusión en todos los ámbitos y esferas humanas. Los centros se trufaron de intrusos, y la laboral, que había sido un edén educativo, se desnaturalizó rápidamente (cámaras, digitalización de todas las comunicaciones, centralización masiva...). Vi de Dios de aquella presentar mi candidatura a la Dirección del centro, y a punto estuve de lograrla, pues sólo había un oponente con pocas posibilidades. Con fraude me arrebataron lo que por derecho me correspondía; y en vez de dirigir, pasé a estar cada vez más hostigado. Corriendo el tercer año, las zancadillas eran continuas... del propio departamento, de personal recién llegado 'vete tú a saber cómo', de la dirección, y, para remate, usando a mis alumnos de cebo, que hasta los llamaban en fin de semana malmetiendo contra mí.
Una estructura paralela a la oficial, en la Administración educativa, daba cobertura a la envolvente que trababa penosamente mi día a día. Aguantaba por gracia de Dios y por estar ya curtido en esos avatares, pero era duro. Los comunicados de irregularidades a mis superiores, mis requerimientos de ayuda, o mis quejas, eran desoídos sistemáticamente, y, para colmo, severamente utilizados en mi contra ("Respecto a su queja, tenga en cuenta que, de resultar falsa, podrían derivarse contra usted sanciones disciplinarias graves, etc., etc., etc.).
Pero se les vio el plumero a mis perseguidores cierto día que, llevado al colmo del cansancio, caí en una de sus trampas. Un inspector, que no llevaba vela en mi entierro, me vio enredado y empezó a vocear, 'fuera de sí', para que todos se volvieran a mirarme. Surrealista. 
Éste tal, el Sr. Gómez de Agüero, cuatro años atrás había alterado mi descanso estival de agosto para citarme en su despacho a la vuelta de vacaciones, el primer día de septiembre. Muy extrañado, pues no había ningún motivo para ese encuentro, acudí a la cita, que se desarrolló, como me temía, sin que ningún asunto nuevo se pusiera encima de la mesa. Cuando ya me iba, me dijo que me eximía de acudir al centro -distante doce km.- pues era costumbre que esa jornada se dedicara al reencuentro del profesorado. Obedecí, y unas semanas más tarde me llegó una sanción económica por no haber acudido a mi puesto de trabajo aquel día. Fue  del todo inútil que recurriera; y la sanción se hizo firme, con la firma del Sr. Gómez de Agüero. 
Aquella vieja costumbre de una cálida rentrée laboral después del verano, se rompió precisamente aquel 'día de asueto que me diera Agüero'. Mientras el inspector me retenía en su despacho de la Avenida de Europa, en mi colegio, por primera vez en su historia, los maestros, con la directora al frente, estaban reunidos celebrando el claustro de comienzo de curso. Al día siguiente, cuando me incorporé, me entregaron el dossier con las decisiones tomadas: básicamente, las rutinas de siempre de inicio de curso; y, como novedad, una atribución de carga lectiva humillante para mí, que era el más veterano de los tres profesores del departamento de inglés y me hubiera correspondido elegir el primero de todos. Es lógico que, como parte de la trama, y temiendo una represalia por mi parte, el inspector juzgara más seguro descontarme del sueldo aquella jornada laboral 'perdida'; y también se comprende que tres años después aprovechara la oportunidad que 'el azar pondría en su camino', para rematarme, y colgarse unas medallas a mi costa. Y por eso no dudó, al verme en apuros, en ponerse a vocear señalándome ante todos como el malo de la película. Pero aquel regalo que el destino le deparaba resultaría estar envenenado; porque su indignación sobre-actuada, el día de mi desgracia, le delató como uno de mis perseguidores en la sombra. Este rol todavía sería confirmado más adelante, en un tercer episodio siniestro... 
Al cabo de ese trienio en la Universidad Laboral, como allí no conseguían tumbarme, un cargo a dedo, el Sr. (asesor) Amieba, entró en septiembre en mi Departamento y me ordenó recoger mis cosas e irme inmediatamente de vuelta al colegio. 
El día de mi llegada, vino a mí un tropel de chiquillos corriendo y gritando que sus padres decían que yo pegaba a los niños (!); y el segundo día me topé fortuitamente con una nota de una madre para la tutora de su hija en la que pedía una cita para hablar del "Caso Julio". La directora negó en redondo su implicación en esa trama, asegurando que no sabía que yo me iba a incorporar ese curso, pero era evidente que no decía la verdad. Me trató muy mal; hasta que me echaron de su cortijo, envuelto en lodo. La denuncié a la Inspección por acoso laboral, y al dar cauce a mi denuncia con la nueva norma sobre acoso, se formó en febrero del 2019 una comisión ¡presidida por D. Carlos Amieba! Fui citado para una primera reunión, que resultó la última; en ella, la representante de CSIF, metida 'deaquellamanera' en aquel paripé, me dijo que yo tenía una alta siniestralidad por problemas mentales, cuando lo cierto era que en treinta años yo no había faltado ni un solo día a clase por mala salud mental. Aleccionados los miembros de la comisión para tratarme como un loco, y para marearme, pretendieron que les contara todo en unos minutos, diciendo que no tenían más noticia de 'mi caso' que el documento de mi denuncia, cuando lo cierto era que en los meses previos yo había hecho llegar a la Administración un buen número de documentos relatando con detalle la envolvente de acoso que me oprimía, y que estaba amenazando con truncar mi carrera profesional y mi fama. Pero, como digo, ni me escucharon siquiera, y me despacharon con el consejo de aliviar mi sufrimiento contándole mis penas a la representante de CSIF. Tiene gracia la cosa, pues ahora, pasados cuatro años de aquello, me he vuelto a encontrar a esta mujer en el contexto de que ambos tenemos a una hija en el equipo de basket de la UCLM... y los veo, a ella y/o a su marido, cada sábado en las gradas. No sé si ella sabrá que, tras aquella reunión, se dio carpetazo a mi expediente, y nunca más me dejaron pisar las aulas... Yo tenía cincuenta y seis años, y mi hija nueve...
Llevado al retortero para derribarme, no me dejaron piar: Dª Enriqueta, mi inspectora, tenía más miedo que vergüenza, porque mi directora era la esposa del influyente Secretario General del Excmo. Ayuntamiento de Toledo, y yo, un don nadie. Violentaron a los niños, que me querían un montón, para hacerlos cómplices de sus aviesos planes; a otros los cambiaron de centro para que no mostraran su simpatía hacia mí; algunos padres dieron testimonios falsos a cambio de prebendas; cargos sindicales pagaron tributo de estar eximidos de la tiza; y, finalmente, por bajas pasiones, algunos compañeros se inventaron ofensas de mi parte para apuntalar mi expulsión de la profesión. 
Y como a perro flaco todo son pulgas, aquel primer trimestre del 18-19, Dª Hortensia, la tutora de mi hija, instigó contra ella un acoso escolar forzando a sus mejores amigas a dejar de hablarle a mi pobre criatura, lastimando su tierno corazón. Pero Dios, que todo lo ve, inspiró a la niña para hacer una tarjeta de Navidad preciosísima, con la que obtuvo el primer premio del prestigioso concurso de Vistahermosa, y ganó una estupenda bicicleta (que en el colmo de la maldad le robaron de casa a los pocos días). De manera espectacular burló Dios el cerco de los malvados, pues al tiempo que yo les mandaba a los padres de las amigas de mi hija la tarjeta de felicitación navideña, el azar me puso delante las retorcidas maniobras de la maestra, que, como al mes siguiente comprendería, formaban parte del plan para destruir nuestra unidad familiar. 
En efecto, fui citado ante el Magistrado, Sr. Pos, para dar cuenta de mis obligaciones de padre. El director del colegio me confesaría, en torno a aquellas fechas, que un asistente social había ido al centro a preguntar cómo iba la niña, y, al no obtener nada anómalo al respecto, había presionado al equipo docente... La tutora ya había recogido velas para entonces... y al Sr. Pos le regalé un christmas y una foto del fin de semana con mi hija en la Warner... "Nos derriban, pero no nos rematan"; sí, Señor, eres un Dios grande y terrible... Como terrible es tu enemigo, y los que te seguimos sufrimos sus ataques... de por vida.
Escribe hoy De Prada que el enemigo principal del 'sistema' es la familia tradicional; y termina su texto con la cita del Génesis 3, 15: "Pongo enemistad entre tu estirpe y la suya..."; es decir, que el diablo, con la ideología de género por tridente, es el nuevo orden, que lucha por imponerse al buen orden. 
En 2010, presa de un dolor físico agudo (fascitis plantar), y otro moral igualmente punzante (la repentina muerte de su padre), mi esposa mordió la manzana de declararme a mí culpable de sus males; y dejando entrar la desconfianza en su corazón, se cerró al plan de Dios para nuestro matrimonio; dejó en suspenso la promesa... y emprendimos juntos un camino al calvario.
'El sistema' -todas esas personas e instituciones que nos hicieron daño- siguen los dictados de una religión despiadada, que no parará hasta que todos, sin vida moral digna de tal nombre, adoremos al becerro de oro. El capitalismo, dice De Prada, busca provocar una subversión antropológica que haga desaparecer todo resto de filantropía. Y para ello, sigue diciendo, combate las relaciones amorosas hasta sustituirlas por goces sucesivos, experiencias de consumo, efímeras, que parecen colmar los deseos de las personas cuando lo que viven en realidad es una insatisfacción permanente. 
La nueva religión -un nuevo paganismo- está haciendo estragos: un reguero inacabable de muertos -ancianos, no nacidos, niños y jóvenes suicidados, mutilados, degenerados o espantosamente deformados. Por miedo, o por auto-engaño, legiones, desde el 'rey desnudo' hasta el ujier con ínfulas, van cayendo en esas redes abyectas... Y nada se les resiste: el Presidente, y la Presidentita coqueta, toman por papel mojado la Carta Magna; y los garantes de su pureza la pervierten a la vista de todos. Como un dominó, las piezas de cabeza empujan sucesivamente a las demás, y se esfuman, como el polvo al aventar la parva, la libertad, el derecho, la propiedad privada y el genio individual, el amor y la belleza... Y no queda nada, salvo la muerte, lanzándose como un rayo sobre el católico comprometido.
Después de unos meses, volvió a interrogarme, sentado en su estrado presidencial, el Sr. Pos, en el banquillo yo por ya no me acuerdo qué, y hacia el final me dijo: ¿no se acuerda de mí? Y la verdad es que no; no me había quedado con su cara la primera vez que, vilmente, requirió ver la mía, con la cainita intención de arrancarme a las niñas de mis ojos. Tal vez si hubiera visto en su rostro algo original, personal, distinto... pero no, vi una de esas caras de las que piensas "parece buena persona", sin más. No sé si cuando, no tardando mucho, vuelva a verle, me sonará su cara, pero en su mano está hacer que nunca más se me olvide si, al pronunciar sentencia, me manda dos o tres años a prisión. Y lo peor es que nadie se lo reprochará porque, como me dijo esta noche la mujer, cuando en el lecho quise abrazarla: "Ciertamente, eres mala persona"...
Yo antes era una buena persona... pero renegué de mis creencias... ¿o fue ella la que renegó? ¿Y si ninguno de los dos lo hubiéramos hecho y sólo el engaño lo estuviera haciendo parecer así?... ¡Bienaventurados los pobres en el Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos!





































































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